Civilización MAYA – ¿Cómo vivían los Mayas?
Los mayas fueron un pueblo de agricultores pacíficos y sosegados, en la América precolombina una de las civilizaciones más selectas como nos revelan los centros culturales y palacios ocultos entre la maleza de la jungla. Los mayas estaban organizados como una sociedad agrícola, disponían de extensas áreas de terreno en las que principalmente se hacía agricultura de roza lo que propició una configuración dispersa de la población, con la que aprovechar mejor la rotación periódica de cultivos.
Para solventar dispersión de la población se centraba todo en torno a centros culturales y ceremoniales, las denominadas ciudades, que aunque no constituían propiamente un centro urbano, organizaban el sistema productivo y de intercambio de un área determinada y concentrada y concentraban los excedentes. A la cabeza de las ciudades-estado se hallaba el halach-uinic, con poderes de carácter civil y también religioso.
Éste nombramiento, tras un examen selectivo, a los jefes de aldea, o bataboob, entre los miembros de la nobleza hereditaria. El bataboob reunía en sus manos poder político y judicial; era un jefe militar y al propio tiempo el recaudador de los tributos que se debían entregar al halach-uinic.
Otros cargos políticos eran: el nacom, o jefe supremo de la guerra; los ah cuch caboob, jefes de las diversas jurisdicciones de una aldea; los ah kuleloob delegados del bataboob; los ah holpopoob , o asesores, que ayudaban en el gobierno y entendían especialmente en materia política exterior, y los tupiles, especie de alguaciles o policías. La clase sacerdotal al igual que la nobleza era de carácter hereditario. A la cabeza de los ah kinoob, o sacerdotes, se hallaba el ahuacán, o señor serpiente. Los chilanes, o adivinos, daban las respuestas de los dioses, mientras en nacom y los cuatro chaces eran los encargados de realizar los sacrificios humanos.
La base de la sociedad maya la constituían los campesinos y los artesanos, que recibían denominaciones muy variadas “ ah chembal uinicoob, por ejemplo”; estaban obligados a pagar tributos al halach uinic, al bataboob y a los sacerdotes. En el estrato inferior de la sociedad se situaban los pentacoob, o esclavos. Podían serlo por haber nacido como tales, por castigo o por haber sido prisioneros; constituían el grupo que surtía los sacrificios humanos.
Civilización AZTECA – Historia y costumbres aztecas
Los aztecas, “Mexica”, dieron su nombre a todo un país. En sus principios funcionaban como pueblo nómada pero en el lapso de dos siglos adquirieron excelente grado de civilización. Los aztecas estaban estructurados como “una organización comunal”. El calpulli se constituía como la entidad básica de la sociedad azteca, un organismo complejo en el intervenían factores de parentesco, que actuaba como organización política y territorial, funcionando como una unidad corporativa en diversos aspectos: administrativo, militares, religiosos y económicos.
Los calpulli poseían comunalmente se territorio. Mantenían una parte que era cultivada por todos, para atenciones generales, mientras el resto se repartía proporcionalmente a las familias del calpulli en usufructo, de manera que éste podía ser transmitido por herencia; sin embargo, si la parcela correspondiente se dejaba de cultivar o si su usufructo moría sin herencia volvía a fondo común. El calpulli era asimismo la unidad por la que se establecía la responsabilidad colectiva del pago de tributos o de prestación de servicios. Al frente del calpulli había un jefe, cuya tierra familiar era cultivada por el resto de miembros. El tlatoani y el cihuacoatl se ubicaban el estamento o grupo social superior como cabezas de la biarquía, política y religiosa, de la sociedad azteca en la “jerarquía social”.
El tlatoani que significa “gobernante o hablador” era el soberano de una ciudad o territorio, y tenía poderes civiles, militares, judiciales, legislativos, fiscales y religiosos. En Tenochtitlan, la sucesión del tlatoani se establecía entre miembros de su familia, pero en un sentido colateral, es decir entre sus hermanos, primos o sobrinos; una asamblea de notables elegía a uno de ellos, que tenía que haberse distinguido en sus actividades previas políticas o militares. Su vida estaba rodeada de un complicado ceremonial. El cihuacoatl tenía tanto poder como el tlatoani y le sustituía en muchas ocasiones. El consejo elector estaba formado por esos mismos jefes, más otros hasta el número 20. Otros consejos de carácter militar, sacerdotal o judicial, auxiliaban a los múltiples jefes encargados de cada una de esas actividades.
Los calpixque eran los administradores y estaban encargados de la recaudación de los tributos.
Por debajo del tlaoani y del cihuacoatl se situaba el tecuhtli, o jefe de una casa señorial, que era nombrado como tal por el tlatoani, o en todo caso dependía de su aprobación para serlo; junto con el cargo, el tecuhtli recibía tierras y gente a su servicio, que tributaban para él directamente, en vez de hacerlo para el tlatoani. Los pipiltin, palabra que significa hijo, eran los nombres por nacimiento. De hecho los tlatoani y tecuhtli eran también nobles, pero el término de pipiltin se utilizaba en sentido limitado para todos aquellos que no habían alcanzado esos dos rangos superiores. Estaban relacionados con la casa de su señor respectivo, y de ella recibían sustento o tierras. Por otra parte ocupaban los puestos inferiores de la administración civil y militar, y su máxima aspiración era poder adquirir el rango de tecuhtli.
Finalmente, los quauhpipiltin, eran aquellos que habían accedido a la nobleza por méritos, no por nacimiento. Los macehualtin constituían el mayor grupo del estamento dominado. Eran el común del pueblo y estaban organizados en el seno de los calpulli, a partir de los cuales pagaban sus tributos y rendían sus servicios al tlatoani y al cihuacoatl. Entre ellos podía distinguirse entre los campesinos por un lado y los mercaderes y artesanos por otro, que constituían un grupo tributario aparte de los campesinos. En cualquier caso, los macehualtin quedaban libres de tributos y servicios cuando alcanzaban los 52 años. Los mayeque eran campesinos adscritos a los pipiltin, a los que daban parte de su cosecha, o bien les cultivaban parte de sus tierras, además de estar obligados a proporcionarle servicio doméstico. Ambos grupos, macehualtin y mayeques debían prestar servicio militar al tlatoani. En el tramo inferior de la escala estaban los tlacotli, que aunque fueron identificados como esclavos por los españoles no respondían de hecho a esa figura. Entre los tlacotli se distinguían diversas modalidades de servidumbre, aunque la más frecuente era la del que se había vendido a sí mismo o a sus hijos contrayendo la obligación de prestar servicio a su amo; por lo demás era un hombre libre y su condición de tlacotli no era heredable.
Eso sí, un amo podía revender a un tlacotli si no estaba conforme con su comportamiento, y si era vendido por tal razón más de cuatro veces podía ser ofrendado en sacrificio. Las casas de solteros, el Calmelac para los nobles y el Telpochcalli para los macehualtin, en las que entraban antes de la pubertad y salían para casarse, se encargaban de la formación de los varones y de la transmisión de las tradiciones de las relaciones sociales establecidas. La ciudad-estado era la unidad política fundamental considerada la “confederación azteca”. Esa ciudad dominaba un territorio determinado y todo él, como la propia urbe, se dividía en calpulli.
El denominado imperio azteca era en realidad una confederación de estados independientes, salvo en lo relativo a su proyección exterior. La autoridad máxima de la confederación recaía en el consejo de los tres tlatoani de Tenochtitlan., Texcoco y Tlacopan, que cada ochenta días se reunían, por turno, en cada una de las capitales. La relación entre pueblos conquistadores y conquistados era muy variable, dependiendo de la forma en se había producido la anexión. Puede decirse que los aztecas vivieron en un estado de guerra continuo. Razones religiosas, económicas e históricas hicieron de la guerra entre los aztecas un elemento esencial de su cultura. Los pothteca o comerciantes sirvieron al mismo tiempo de espías y de embajadores ante los otros pueblos de México.
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